Por Laura Isanta
Imaginemos que encontramos a dos homo sapiens conversando tranquilamente hace millones de años en la sabana africana. De repente, escuchan un fuerte rugido; uno de ellos sale corriendo a gran velocidad mientras que el otro se queda asombrado mirando y dice:
―¡Qué lindo gatito!
¿De cuáles de estos dos homo sapiens crees que descendemos?
Nuestro sesgo a la negatividad, es decir, poner más énfasis en los peligros y amenazas, ha sido uno de los grandes aliados de nuestra evolución. Aquellos organismos que tienen una respuesta más rápida y fuerte a las amenazas han sobrevivido y podido transmitir sus genes. Sin nuestro sesgo a la negatividad nuestra vida estaría en peligro. El escenario ha cambiado y la mayoría de los seres humanos no nos cruzamos a diario con leones, pero seguimos aplicando nuestro sesgo a la negatividad a otros potenciales peligros. Este es uno de los motivos por el cual nos quedamos pegados a las noticias sangrientas y dolorosas de la televisión, los diarios y los chismes. Creemos que estar alerta a ellas nos salvará la vida.
Esto en algunos casos es muy cierto, por ejemplo, cuando las noticias informan sobre temporales y muchas personas salvan sus vidas y se protegen al no circular por la zona de peligro. Pero cuando la información negativa traspasa los límites de lo saludable, se transforma en un problema para nuestra salud y nuestra vida.
Seamos apreciativos con nuestro sesgo a la negatividad. Es bueno para nuestra vida, y si la evolución lo ha conservado es porque aún cumple funciones importantes para nuestra supervivencia. No ha de ser nuestro objetivo eliminarlo, porque, en realidad, no es posible. Lo mejor es agradecer todo lo que hace por nosotros y al mismo tiempo ponerle freno cuando se pasa de la raya. A decir verdad, la felicidad no es algo que le interese a nuestro sesgo. Su objetivo es mantenernos con vida, no felices. El enfoque apreciativo aparece aquí como un poderoso aliado que nos ayuda a equilibrar los excesos de nuestro sesgo a la negatividad y desafiarlo cuando se torna disfuncional. La vida nos expone a situaciones que pueden apagar la apreciatividad y al mismo tiempo, si somos conscientes de ello, nos expone a situaciones que pueden encenderla.
El problema de nuestro sesgo a la negatividad es que se instale y empañe nuestra existencia. Las prácticas apreciativas son un poderoso recurso para frenar a tiempo una bola de nieve negativa que avance y arrase nuestro bienestar.
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