¿Cómo distinguir a aquellos coaches que verdaderamente están preparados para hacer la diferencia en la vida de las personas de los que no? Lo que distingue al coach sin integridad y el coach íntegro es la vocación de servicio y el hecho de asumirse o no como una autoridad moral para su comunidad.
El mundo del Coaching tiene un nuevo foco de análisis, se trata de una crisis que ocurre al nivel del negocio, pero que en el fondo tiene que ver con un problema ético que repercute en la industria a todos los niveles.
Este problema moral va de la mano con la reputación y las relaciones públicas en el que la mayor parte de los coaches nuevos son juzgados duramente por la audiencia, ya sea por si están bien preparados y tienen talento, o si no tienen las tablas necesarias.
La respuesta a esto es muy sencilla y se resume en una palabra: integridad. Dicho de otro modo, hay dos tipos de coaches. Los coaches íntegros y los coaches que no son íntegros.
En términos de Coaching, integridad es: “Consistencia perfectible, pero con tendencia a lo absoluto entre el mensaje, las emociones, las acciones y el propósito del coach”.
El coach íntegro es aquel que practica día con día, observa su propósito, lo alinea a sus emociones, alinea sus palabras a su forma de ver la vida y hace su mejor esfuerzo por llevar a las acciones los valores que comunica.
El coach sin integridad en cambio, es aquel profesional de la comunicación que se preocupa más por facilitar que por transmitir una filosofía de vida. Es aquel coach que es elocuente, carismático, energético y que domina el arte de la comunicación, pero en el fondo y en privado, sus acciones no reflejan esta filosofía de vida.
Más sencillamente, el primero es una gente de cambio. El otro es un facilitador y un repetidor de los métodos y propósitos de otros. Además, lo que distingue al coach sin integridad y el coach íntegro es la vocación de servicio y el hecho de asumirse o no como una autoridad moral para su comunidad.
Por eso, lo que preocupa realmente es la consecuencia de que el coach no se perciba a sí mismo como una autoridad moral, y se conforme simplemente con facilitar dinámicas personales o grupales. Allí entonces, su comunicación no será honesta, sus historias no harán sentido y su mensaje no trascender más allá del salón.
Nota completa: https://www.forbes.com.mx/el-problema-de-integridad-del-coach/